lunes, 16 de junio de 2008

De vieja data pero conservo el mismo sentimiento que cuando lo escribí


Ensayo sobre las Hojas Muertas


Tuve allá por 1977 una profesora de contabilidad en mis años de secundaria. No recuerdo de ella gran cosa, me mandó a Marzo como casi todos mis profesores de contabilidad, eso sí lo recuerdo. Pero en oportunidades, hastiada de dictar la materia como nosotros de aprenderla, divagaba acerca de temas que nada tenían que ver con su clase y con el programa. Y en uno de esos momentos en los que disertaba sobre lo primero que le venía en mente preguntó a la clase si habíamos reparado en las fragancias que diferenciaban la primavera del otoño. Hatori, ese era su apellido, era rubia y alta. Una mujer prolija que hacía uso exagerado del perfume, con lo cual si podía percibir esas fragancias que mencionaba era muy extraño. Estaba casada con un japonés y eso también nos llamaba la atención (su apellido de soltera era Nielsen). El japonés era chiquito, frágil, insulso y hasta diría repugnante pero era un adicto al amontonamiento de dinero y sabía como hacerlo. Nielsen era contadora, así que la ecuación era perfecta. De todos modos, retomando el tema de su teoría de las fragancias voy a usar ese punto de partida para dar mi opinión al respecto. Cuando Hatori habló del tema realmente me importó un sorete, estaba más preocupado por escaparme del aula o molestar a alguien que en charlar sobre esa boludez solo para quedar bien con ella y mostrarme amigable e interesado. Los que sentados en círculo perdieron 40 minutos sentados hablando también se llevaron la materia.

Cuando la primavera se acerca, en los primeros días de Septiembre es indudable que los azahares, el leve cambio climático y el reverdecer lento y seguro de los árboles tienen una fragancia especial. Pero esto se exacerba además por todo lo subjetivo de esta estación del año. La primavera, el mes de los enamorados, el día del estudiante, las flores, “Feliz día de la Primavera”, el Jefe baboso y arrastrado que regala flores a su secretaria y los adolescentes que notan como la sangre hierve poco a poco y como la gordita despreciada en Otoño había resultado ser dueña de un admirable par de cualidades redondas. La primavera es hermosa y revirada. Te invita a la remera de algodón y al brinco entre los árboles para sorprenderte con aires gélidos instantáneos que hacen que brinques a tu casa a tomar un té Vic maldiciendo al tiempo hijo de puta. Pero es primavera, loca, arrebatada, incomprensible amada y odiada. Regalando días coloridos y templados guardando la lluvia y los vientos polares para el día 21, de hija de puta nomás, pero Primavera.

Sus fragancias si las he percibido, y muchas personas que conozco también. Es común escuchar – “¿Ya se huele la primavera no?” – Y además uno se encuentra mejor predispuesto, los días van siendo más extensos y las noches más cortas, asoman las primeras cervezas (aunque mis íntimos no permiten que la cerveza deje de asomar jamás y hasta conozco quienes la toman hervida por las mañanas).

El paso de la primavera al verano no es tan rico en fragancias pero sí en lo visual y anímico. Se avizora en el horizonte el fin de año, las vacaciones y se aprecia todos los días como se colman los gimnasios (mayormente de mujeres) para ofrecer panoramas mucho más gratos que los tapados y las bufandas o gorros. Colores más vivos en el atuendo, y prendas por demás sugestivas y provocativas. Un revoleo de chancleta en la vestimenta, como para mostrar más y todo esto motivado por un inexplicable gen invisible que flota en todos lados.


El verano, cuestionado por sus tórridas noches y sus aplastantes tardes no deja de ser encantador. Descalzos y en remera es el tiempo de mostrar un tatuaje o el fruto de la cama solar. Los mosquitos, el aire que no corre por las noches y las duchas para bajar la temperatura corporal son solo menudencias. Las tormentas de verano, pueden sorprendernos en la calle y mojarse no ocasiona más que un alivio, uno llega a desear esas lluvias violentas y sorpresivas. Los días ahora si son como debieran ser siempre, laaaaaargos y las noches cortas. Salimos a trabajar y volvemos con luz natural, ¡eso es impagable!. Gente en las plazas, a la sombra y mateando (no muy de mi agrado pero cada uno sabe que es lo que lo refresca, la teoría de generar más calor para sentir menos el calor ambiente es definitivamente masoquista). Para los que no podemos ir de vacaciones a cualquier lugar de veraneo igualmente contamos con los medios de transporte más vacíos, la ciudad más cómoda, ahhhh, en fin, amo el verano.

Pero todo termina ... y el Otoño si tiene fragancias de presentación. El frío se huele, se percibe, ya los días comienzan a acortarse, y comenzamos a salir y a volver de noche de nuestros trabajos. El sol en el horizonte es reemplazado por las luces de las calles y levantarse cuando la temperatura es baja es un tedio eterno. Decirles que no a las cobijas por la mañana es similar a negarse a tener sexo, ellas invitan, proponen, sugieren ... – Mira q noche q pasamos juntitos ... ¿te vas a levantar y a dejar que nos enfriemos así de fácil? –

Las lluvias no son deseadas, y el ejercito inagotable de virus nuevos acoplándose a los viejos comienzan a hacer estragos, la gripe es cada vez más letal, los médicos ahora a todo lo que no saben que mierda es lo llaman “viral”, y las narices rojas, húmedas y chorreantes nos hacen a todos parecidos. Un estornudo en un vagón de tren, subte o colectivo es el anuncio que en cuestión de días estaremos con el termómetro en la boca, paños de vinagre en las muñecas y sudores helados. Los dichos populares comienzan a aparecer en la boca de las viejas agoreras y –“Julio te prepara y Agosto te lleva”-

Un estornudo en un colegio implica contagio en masa y padres que no saben como carajo entretener a los críos molestos por estar encerrados y por estar afiebrados o tosiendo sin parar. Por las calles las primeras manchas verdes, humeantes si son recientes, de los esputos invernales nos demuestran que estamos en invierno. El sexo en invierno es complicado para los pobres, no se puede mantener ninguna parte del cuerpo fuera de las mantas y entonces hay que transformarse en un multiuso que no solo no detiene lo que hace sino que con lo que puede se tapa cada 20 segundos. Obviamente en el clímax de una relación invernal pudiera uno destaparse debido a que todo realmente importa nada en ese instante y luego amanece averiguando los precios de un “tirito balanceado chiquito”, o de una “estufita de cuarzo”, total, - Cuando terminamos la apagamos –









Voy a concluir porque esto es francamente abrumador. A ustedes, si, a ustedes los que aman el otoño, el invierno, reniegan del verano y sus bondades les digo para comenzar esta proclama, que pueden irse a paso ligero a la concha que los parió. Yo particularmente me cago en el invierno y en el otoño y en los que aman el frío. Me cago en Van Damne y en Soldado Universal (la uno y las dos) y los rolitos que se pone encima, me cago en la base Marambio, en el Perito Moreno, en el perrito de Moreno mi vecino, me vuelvo a cagar en el Yeti, en la nieve y en el trineo de papa Noel, me cago definitivamente en papa Noel, en el pan dulce Noel, en las que se llaman Noelia y en Nino Bravo que le cantaba a una. Me recontrago en Aspen y en los culo torcido que se rajan a Las Leñas a esquiar y ojala se quiebren o los mate un alud, me cago en los muñecos de nieve, en los muñecos de trapo y en el muñeco Gallardo. Me presiono el vientre y me vuelvo a cagar en la moda Otoño – Invierno y sus desfiles, en los patinadores sobre hielo, en Holiday on Ice y en el Luna Park, me cago absolutamente en todos los pingüinos de la Antártida estén o no empetrolados. Defeco sobre la matanza de los lobitos marinos y Greenpeace, aplaudo el efecto invernadero y el derretimiento de los polos. Aplaudo el calentamiento global y los globos calientes de algunas vedettes. Me vuelvo a cagar indiscriminadamente y sin remordimientos en las películas La era del Hielo 1 y 2, en Ártico aquel marcador derecho de River que venía de Talleres de Córdoba, en los hijos de puta de Newells apodados “Pechos fríos”, en el culipatín, en los viajes de egresados, en los egresados y en los coordinadores. Me cago en la trucha y en Nahuelito, en los muertos del Titanic y en el iceberg que hundió el barco de mierda, en Di Caprio hundiéndose congelado, en el Capitán Frío, en Frigor y todos sus productos, en los freezers y el Calafate. Vuelvo a cagarme en Tierra del Fuego porque por algo se llama así, tremebundas fogatas deberían prender los habitantes de esas tierras para no morir, en las estalactitas, estalagmitas y ¿Está la Tita?, y en Rhodesia también. Me cago y pedorréo en las bufandas, tapados, ponchos y guantes que usan los que aman el invierno, (¡ya que tanto lo disfrutan anden en bolas hijos de puta!). Me cago de frío. Me cago en la banda de power metal Sonata Arctica, en Groenlandia y Disneylandia también, no me cago en los pingüinos de Madagascar porque renuncian al frío para tomar sol en el Caribe, me cago en el Rexona Ice, en el Menthoplus Strong, en el hombre de la barra de hielo de los viejos Titanes en el Ring, me cago en Lucha Fuerte porque Titanes en el Ring fue lo mejor, me cago ferozmente en los esquimales, en cualquier iglú, me cago en el que muere bajo la pista hockey sobre hielo en la película La Profecía II y en el documental de TN sobre la Antártida. Hago un último esfuerzo y tapo de mierda a los juegos olímpicos de invierno, a los juegos olímpicos, y a los juegos olímpicos para discapacitados, en la heladera que es el Rolfi Montenegro, en las heladeras, en Walt Disney congelado, en la banda Steppenwolf, en el krill, y en vos que amas el otoño y el invierno.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aguante el escarabajo estiercolero! JAJAJAJAJA
Mira que ya lo tenia leido, pero vuelvo a leerlo y vuelve a acalambrarseme la mandíbula.
Loli

ACACIA dijo...

Me vuelvo a recagar de risa! jajajajaja!!
Besos,
Acacia